Corrían los años 1988, la ministra de Educación
en el primer gobierno aprista del Dr. Alan García Pérez, fue la educadora y política
Mercedes Cabanillas Bustamante, en el artículo siguiente el maestro y
periodista Carlos Castillo Ríos nos diría que había presentado algunas
sugerencias a la Dra. Cabanillas para que la radio y la televisión puedan ser
apagadas aunque sea un día a la semana, efectivamente nos hablaba de tener unos
medios de comunicación con mejores fines en donde se valore a nuestra cultura,
al respecto Castillo nos dice:
Silenciar radio y televisión
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco Espinoza
De una u otra manera todos tuvimos
alguna vez iniciativas listas a ser trasladadas a quienes tienen poder político.
Aunque algunos, seguramente, jamás tuvieron la oportunidad de expresarlas.
Este
cronista sí pudo dejar en el despacho de la señora ministra de Educación tres
ideas, tres sugerencias, factibles todas ellas de ser realizadas. Y, además,
las hizo conocer al público.
La mañana
que salió publicada la entrevista a la Dra. Cabanillas nuestro teléfono domiciliario
empezó a sonar muy temprano. Suele suceder a veces: hay amigos entrañables que
expresan su opinión a favor o en contra de lo que uno escribe más bien como un
cordial testimonio de amistad. Esta vez Carlos “Chino” Domínguez con su “Hermano, bestial. Si se silencia un día a la
semana la radio y la televisión, la familia se encontraría consigo misma. Volvería
a ser familia”.
Pero
siguieron las llamadas y, al parecer, la primera idea, fue tomando cuerpo. Alguien
la relacionó con las calles peatonales por donde no se permite que pasen
carros. La gente, dijo, vuelve así a encontrar la belleza del paseo, de la conversación
fraterna que solía sostener antes en las calles provincianas. Calladas la radio
y la TV un día a la semana –agregó otro- tal vez los peruanos volveríamos a
dialogar con nuestros hijos, ahora pasivos consumidores de la abundante y no
siempre recomendable programación radiotelevisiva.
Alguien, menos positivo, preguntó: “¿Pero, podríamos los peruanos vivir un día
a la semana sin radio ni televisión”? Otro expresó: “No creo que nadie se vaya a morir por no ver un día la rubia cabellera
de Roxana u oír la voz de Oscar Eduardo Bravo”.
Todo indica que la idea había pegado
en el ambiente sobre todo porque, sin perjudicar a nadie, permitiría a los
poderosos medios electrónicos unificar el día de descanso de sus trabajadores.
Mudas durante un día la radio y la TV
es fácil imaginar lo que podría pasar al interior de muchas familias: renacería,
supongo, el informe de todo lo importante de la vida familiar. Tendríamos así,
seguramente, una idea más cabal de cómo les va a los hijos en sus estudios o
qué clase de experiencia están viviendo en su trabajo. Ese día podríamos salir,
tal vez, a visitar amigos y parientes sin perder un capítulo de ninguna
telenovela. O, a lo mejor, reiniciaríamos la lectura de algún libro o volveríamos
a jugar, como antes, entre todos, una o varias partiditas de casino o ajedrez.
Además, si esto se realiza, todos saldríamos
ganando y el Perú sería el primer país del mundo que tome una medida importante
para fortalecer los lazos de la tan venida a menos organización familiar.
Sólo por vía informativa recordemos
las otras iniciativas dejadas en manos de la señora ministra de Educación:
licenciar a los alumnos una mañana, semanal o quincenalmente, para que los
maestros sesionen y discutan cómo servir mejor a sus alumnos. ¿De qué manera ayudarles
a resolver sus conflictos? ¿Qué hacer para que la escuela y la comunidad
colaboren de manera concreta en la solución de los problemas familiares?
La tercera propuesta, aún más
doméstica, postulaba la eliminación de aquel programa de TV que enseña a niños,
jóvenes y adultos, a burlarse de la gente por el color de su piel, por algún defecto
físico o por su pobreza. Proponía, a su vez, que su animador, en homenaje a la educación
de los niños, diera mejor destino a su chispa criolla en otro espacio cuyo guion
fuese encomendado a personas que saben respetar la dignidad de las personas.
Pero, si nada de esto tan menudo e
insustancial es posible realizar, surge la pregunta: ¿Qué clase de cambio social se podrá hacer, desde el gobierno, en el
Perú? (Castillo, 1988, p. 25).
Referencias
Castillo Ríos, C. (7 de junio de 1988).
Silenciar radio y televisión. La
República, p. 25.
[Fotografía de Marco Espinoza] (LIMA.
2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca
de la Biblioteca Nacional del Perú: Lima, Perú.
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