Con el excanciller de Perú
Héctor Béjar
«Este es
el comienzo de un golpe blando»
Escrita por Sengo Pérez
Reeditado por Marco EspinozaS.
El recién renunciado ministro de Pedro Castillo habla con
Brecha sobre la campaña en su contra, los militares, el poder mediático y los
desafíos que enfrenta el nuevo gobierno
—Sengo Pérez (SP): ¿Esperaba que le ofrecieran el cargo
de canciller o lo tomó por sorpresa?
—Héctor Bejar (HB): No. Para mí, fue una sorpresa.
—SP: ¿Quién se lo ofreció?
—HB: El propio presidente Castillo, a quien no
conocía. Nunca lo había visto personalmente.
—SP: ¿Y pensó, al asumir, que esta aventura iba a durar
tan poco?
—HB: Sí, estaba entre las alternativas. Eso no ha
sido para mí una sorpresa.
—SP: ¿Tampoco le sorprendió que Guido Bellido
[presidente del Consejo de Ministros] le pidiera la renuncia? ¿Qué sintió en
ese momento?
—HB: Nada especial. Lo tenía entre las alternativas
probables. Ya había un clima de hostilidad en los medios de la prensa
concentrada [se refiere a los medios oligopólicos, en especial al Grupo El
Comercio] y de parte de la Marina contra mí. Es parte del juego político.
—SP: ¿Cree que este caso es una claudicación del
gobierno ante la derecha?
—HB: No quiero calificarlo. Sigo pensando que el
señor Castillo es una excelente persona y le deseo lo mejor. Sí creo que este
es un gobierno débil, no lo voy a negar. Y uno que se niega a fortalecerse por
algunas razones que no me explico.
—SP: ¿A qué le llama fortalecerse? ¿Fortalecerse de qué
manera?
—HB: Bueno, lo dije antes de ser ministro: que el
gobierno debía elegir las mejores personalidades, no del Perú —aquí, cuando
hablamos del Perú, solemos hablar de Lima—, sino del Perú real. El país tiene
muchas universidades de provincia, donde hay gente excelente, con profesores
que deberían ser ministros en este momento. Y, además, tiene excelentes
dirigentes de organizaciones populares, que también deberían ser ministros. No
ha sido así, y es una pena.
—SP: Algo difícil de aceptar para Lima…
—HB: Sí, pues. Pero son las provincias las que
ganaron las elecciones y es a ellas que les corresponde gobernar, es decir, al
pueblo peruano, que nunca ha gobernado.
—SP: Hace más de 100 años Manuel González Prada escribía
sobre el desprecio de Lima por las provincias. Parece que eso sigue igual…
—HB: Evidentemente. Es un desprecio racista, como
todos sabemos, porque los limeños, independientemente de si son pobres o ricos,
en su mayoría se sienten superiores a los provincianos. Desgraciadamente, en el
Perú decir serrano es prácticamente un insulto. Serrano es un hombre de la
sierra, y la mayor parte del Perú es de la sierra.
—SP: En esta elección se hizo más evidente el racismo
que hay en Perú…
—HB: Por supuesto. Y es otra cosa que el Perú se
niega a reconocer: somos un país racista. Y me incluyo: a veces me sorprendo a
mí mismo con pensamientos racistas.
***
—SP: ¿Se sintió poco defendido por el Ejecutivo, por sus
colegas ministros, teniendo en cuenta que lo que detonó esto fue una
tergiversación de sus dichos? ¿Esperaba más de ellos?
—HB: No, no esperaba más. No los conozco. No conozco
prácticamente a nadie del Ejecutivo, ni siquiera al presidente Castillo.
—SP: El comunicado de la Marina debió de haber pasado,
supongo, por el Ministerio de Defensa antes de conocerse…
—HB: No solamente hay un comunicado. He recibido en
mi casa una amenaza en forma de carta notarial dirigida a mí por el procurador
del Ministerio de Defensa, es decir, por el propio gobierno. El gobierno me
está amenazando con enjuiciarme si no corrijo mis declaraciones. Me acusan de
ofender a la Marina y exigen que le pida disculpas; si no, me harán un juicio.
—SP: Pero ¿de qué lo acusan? Los hechos que usted
mencionó –la participación de la Marina en esos atentados– están casi
comprobados.
—HB: Y sí. Yo solo he citado hechos conocidos.
Editados, además, por la propia Marina en sus publicaciones.
—SP: ¿Qué sintió después de pasados más de 50 años de su
actividad guerrillera y su participación en el gobierno de Velasco Alvarado, y
de su posterior tranquila vida académica, cuando tras este nombramiento se lo
tildó de terrorista, de asesino?
—HB: Nada especial. Lo esperaba, por supuesto. Sabía
los riesgos a que me sometía al aceptar ser canciller. Pero no podía negarme:
no podía decirle que no a una persona que creo de bien, una persona excelente
como el profesor Castillo. Yo, encantado de apoyarlo. Sabía los riesgos, pero
esa es la vida: uno debe asumir las obligaciones que debe asumir.
—SP: ¿Esperaba una reacción tan virulenta de la
oposición?
—HB: Sí, esperaba esa reacción, realmente la
esperaba. Hace unos cinco años me propusieron ser candidato a la presidencia, y
era eso lo que les decía, justamente: lo que ocurriría en el momento en que
ingresara a la política del sistema. Siempre he estado fuera del sistema, es
decir, del sistema político entendido como el Parlamento, los partidos,
etcétera. Me van a demoler, les dije: hay mucha gente que no me quiere. De
manera que lo sabía.
—SP: ¿Y esperaba las tergiversaciones de la prensa, las
mentiras?
—HB: Claro que sí. Si es lo que esa prensa ha hecho toda la
vida. Si lee El Comercio —yo me he leído todo El Comercio del siglo XIX, sin
excepción, número por número—, desde 1839 va a encontrar eso. De manera que no
puede leer la historia del Perú en El Comercio. Puede leer una parte de la
historia, porque lo que pasaba realmente en el país no está allí. Es una
impunidad, un abuso de la libertad de prensa. Me han llamado «asesino sediento
de sangre». Yo prefiero reírme. Me han acusado hasta de matar al hermano del arzobispo
Castillo.
—SP: ¿Cree que se miden con distintas varas algunas
declaraciones? En su momento, Alan García elogió la «mística» de Sendero
Luminoso, [su ministro del Interior] Agustín Mantilla visitó en la cárcel a [el
fundador del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru] Víctor Polay…
—HB: En Perú siempre se mide con distintas varas. En
realidad, acá no se ha combatido verdaderamente el terrorismo: se usa el
terrorismo para fines políticos. Sendero ha sido usado para fines políticos. Ya
no existe, pero sigue presente en la prensa, por ejemplo. Ningún movimiento ha
tenido tanta prensa como ese grupo. Si usted suma desde el 80 hasta ahora, son
quilómetros de titulares.
—SP: Si lo que usted dijo de la participación de la
Marina en atentados es cierto, ¿por qué cree que la gente no lo acepta?
—HB: Porque tiene miedo. La gente tiene miedo. La
gente tiene una actitud reverencial frente a las Fuerzas Armadas, que son
entendidas como instituciones tutelares de la nación. Pero una nación no tiene
tutelas, una democracia no acepta tutelas. La gente no sabe y, además, nadie se
atreve a decir que los tanques, los fusiles y los barcos son nuestros. No son
de los marinos ni de los militares: son nuestros, han sido comprados con
nuestro dinero. Los militares son servidores públicos, así que no tenemos por
qué servirles. Pero en Perú hay un criterio inverso auspiciado por las propias
Fuerzas Armadas. A lo largo de la historia nos han enseñado que son
instituciones tutelares contra las cuales no se puede decir nada. Puedes decir
cualquier cosa contra el Colegio de Abogados, contra el Colegio Médico, contra
el Poder Judicial, pero nada contra la Marina, ni contra el Ejército, ni contra
la Aviación. Y yo, modestamente, como ciudadano común, me pregunto: ¿por qué?,
¿por qué no puedo decir nada contra la Marina como institución? Ninguna
institución puede estar libre de críticas: todas tienen que ser criticadas.
—SP: A quienes han purgado alguna pena por terrorismo se
les exige que pidan perdón. Sin embargo, las Fuerzas Armadas han violado
sistemáticamente los derechos humanos en el conflicto interno y no reciben las
mismas exigencias. ¿No se acepta que hubo terrorismo de Estado?
—HB: Se llama negacionismo. En Alemania es condenado: es un
delito. Aquí no. Hay gente que niega que las Fuerzas Armadas violaron los
derechos humanos. Se aceptó a regañadientes el informe de la Comisión de la
Verdad. A su nombre le agregaron: «y la Reconciliación». ¿Reconciliación con
quién? ¿Con los violadores de derechos humanos? Porque si usted habla de
reconciliación, habla de los dos contendientes, es decir, Sendero y las Fuerzas
Armadas o, en todo caso, Sendero y el pueblo del Perú. Pero esa reconciliación
nunca se alentó. Si eso lo dijera en la televisión peruana, me harían otro
juicio.
—SP: A usted le cobran hechos de hace casi 60 años…
—HB: En Perú las condenas son eternas. Acabo de
escuchar a un marino decir otra mentira: que fui condenado. Yo nunca fui
condenado. Contra mí hubo una investigación de cinco años que demostró que no
era culpable de los terribles delitos de los que se me acusaba, una
investigación hecha por un juzgado militar, un consejo de guerra. Mi amnistía
está firmada por el almirante Vargas Caballero, jefe de la Marina de aquella
época.
—SP: ¿Es necesaria una reforma de las Fuerzas Armadas?
—HB: Por supuesto. Hay que introducir la formación
de derechos humanos en las Fuerzas Armadas. Por muchos años he sido profesor
del CAEN [Centro de Altos Estudios Nacionales, escuela de posgrados militares
del Ministerio de Defensa] y conozco las virtudes y los defectos de la
formación de los militares de alta graduación. Muchos de ellos tienen unos
enormes vacíos en cuanto a conocimiento sobre el Perú.
—SP: ¿Sigue enquistado el fujimorismo en las Fuerzas
Armadas?
—HB: Las Fuerzas Armadas en el Perú son fujimoristas. El
fujimorismo está en la conciencia de muchos militares. Algunos criterios que
impregnaron el fujimorismo desde los años noventa en adelante siguen presentes.
Montesinos está preso, pero el montesinismo sigue presente: la metodología y la
forma de pensar están en la práctica militar de hoy día. Por eso Montesinos se
comunica con el exterior cuando quiere y no pasa nada.
***
—SP: Parece que la palabra imperialismo en el lenguaje
político de cierta nueva izquierda ha pasado de moda.
—HB: Sí, hay palabras que no pueden ser
pronunciadas. Imperialismo, revolución y socialismo ya no pueden ser usadas en
el Perú. Así que sería bueno que editaran un diccionario peruano que omitiera
esas palabras y que tuviéramos una historia peruana como hacían los faraones: a
la medida de los actuales dominadores del Perú.
—SP: ¿Las prioridades de la izquierda han cambiado? Se
habla más de las reivindicaciones de la mujer y de los derechos LGTB que del
hambre, la miseria. No mencionar lo primero le fue muy criticado a Castillo,
pero ¿tal vez por eso ganó?
—HB: Exactamente. Nuestras provincias son muy
conservadoras en términos sexuales y reproductivos. Pero los derechos humanos
son integrales. Y no soy solo yo quien lo dice. Sobre el tema hay dos grandes
principios. Uno, que son eso, integrales: los derechos civiles y políticos no
pueden ser separados de los de última generación, los ambientales, los sexuales
y los reproductivos. Eso por un lado. Por otro, no se puede retroceder en el
tema de los derechos humanos: lo que se conquistó se conquistó; son principios
internacionales, son acuerdos firmados por el Perú. Pero acá hay gente que solo
recuerda los derechos civiles y políticos; no quiere acordarse de los
económicos y los sociales, por ejemplo, y al revés. Y lo que tenemos que lograr
es todo, aunque parezca demasiado ambicioso. Tenemos que conseguirlo; no
podemos retroceder.
—SP: ¿Se necesita una nueva Constitución?
—HB: Sí. Esta es obsoleta. No solamente por lo que dice, por la
subordinación a la que somete al Estado, sino porque no incluye muchos derechos
humanos, que son los que deben imperar. Los derechos de acciones de garantía,
como el habeas data y otros, fueron incluidos, pero los constituyentes
inmediatamente se dieron maña para dejarlos sin posibilidades de aplicación o
para introducir otros elementos que impedían su aplicación, entre ellos, el
referéndum.
—SP: ¿Cree que ahora cambien los lineamientos de la
política exterior? Usted dijo que esa fue la verdadera razón de su salida.
—HB: Ojalá que no, espero que no. Pero hay que ver
lo que quiere hacer el Congreso. Allí quieren reinventar un grupo que ya no
existe: el Grupo de Lima. Yo siento que, desgraciadamente, en este momento —y
ojalá esto cambie con el nombramiento de un buen o una buena canciller— el tema
internacional no está presente en la agenda del gobierno. Y lo digo por hoy día,
por este momento.
—SP: Pero ¿cree que la oposición va a parar acá? El congresista
Jorge Montoya ha dicho, palabras más, palabras menos, que van a bajar a todos
los ministros.
—HB: El Congreso quiere armar un gobierno de quienes
perdieron las elecciones, es decir, un golpe de Estado de nueva edición. Hay
muchas formas de hacer un golpe de Estado. Lo de ayer [se refiere a su salida,
consumada este miércoles] ha sido un golpe de Estado blando. Los jefes de las
instituciones armadas, que deben obedecer al presidente, se reúnen con él para
avalar la renuncia de un canciller. Es un golpe de Estado blando o el comienzo
de él. Espero que no continúe.
—SP: El objetivo es la vacancia presidencial…
—HB: Sí. Lo han expresado desde el comienzo: el
objetivo es la vacancia. Empezó conmigo y acabará con el presidente Castillo.
Ojalá que no, pero ese es el plan.
—SP: ¿Cómo califica este momento político?
—HB: El Perú es un país en movimiento, y eso está
muy bien. Es un país donde la gente empieza a darse cuenta de las cosas, aunque
aún de una manera muy nebulosa. El pueblo ya llegó al gobierno, y eso es muy
bueno. Pero también tiene sus problemas: el pueblo no sabe gobernar, porque
nunca ha gobernado, entonces es explicable que este gobierno tenga todos los
defectos que tiene. Si fuésemos democráticos, ayudaríamos a ese gobierno en
lugar de aprovechar su debilidad para derribarlo. En el Perú nunca hemos tenido
una democracia. En el mejor de los casos, la estamos construyendo con grandes
dificultades. Pero democracia no tenemos. Lo que tenemos es una dictadura de
los monopolios económicos y mediáticos.
—SP: ¿Qué sabor le deja lo sucedido con usted, en lo
personal y en lo político?
—HB: Ninguno. Soy feliz ahora, con mis libros. Estoy
preparando uno que va por la tercera o cuarta edición, sobre la historia del
Perú. Me dedicaré a mis placeres, que son las artes plásticas. Estoy en una
etapa feliz de mi vida. No me siento para nada resentido ni dolido. Me siento
libre otra vez.
—SP: ¿Es cierto que conoció al Che
Guevara?
—HB: [Risas] No solamente lo conocí: lo admiré y fui
su soldado. (Pérez, 2021)
Referencias
Pérez, S. (20 de agosto de 2021). “este
es el comienzo de un golpe blando”. Brecha. Recuperado de https://brecha.com.uy/este-es-el-comienzo-de-un-golpe-blando/
[Fotografía de César Fajardo]. (Lima.
2021). Archivo fotográfico de AFP, Presidencia del Perú, publicada y editada por los
archivos de la Revista La Chispa. Lima, Perú.