El siguiente artículo fue
escrito en 1905 por Manuel Gonzales Prada, su nombre verdadero fue: José Manuel de los Reyes González de Prada y
Álvarez de Ulloa, con el título de FIESTA UNIVERSAL dio un mensaje a sus
seguidores sobre lo que significaría el 1° de mayo, Prada también fue director
de la Biblioteca Nacional en los años 1912, un hombre que se dedicó integro por
rescatar los libros que Ricardo Palma había desaparecido. Prada se identificó
mucho con la clase obrera, el cual diría:
FIESTA
UNIVERSAL
Reeditado por Marco
EspinozaS.
El 1° de mayo tiende a ser
para la humanidad lo que 25 de diciembre para el mundo cristiano: una fecha de
alegría, de esperanza, de regeneración.
Los cristianos celebran el
nacimiento de un hombre que, sin tenerse por Dios, dice lo suficiente para que
le juzguen divino: titulándose hijo de un padre que probablemente no existe,
viene a redimirnos de una culpa que seguramente no hemos cometido. Según la
historia o la leyenda, ese hombre se hace crucificar por nosotros; pero el
sacrificio no sirve mucho, dado que hoy la mayoría de la humanidad se condena
por no conocer el Syllabus ni el Catón cristiano. Un redentor que nos hubiera
redimido del hambre, dándonos una simple fórmula para transformar los guijarros
en pan y el agua en leche, habría hecho más que Jesucristo con todos los
sermones y milagrerías del Evangelio.
Los revolucionarios saludan
hoy el mañana, el futuro advenimiento de una era en que se realice la
liberación de todos los oprimidos y la fraternidad de todas las razas. El
creyente y el ateo, el mahometano y el judío, el budista y el bramano, lo mismo
que el negro, el amarillo y el blanco, todos, en una palabra, tienen derecho de
venir a regocijarse, todos son llamados a cobijarse bajo los pliegues de la
bandera roja. Los cristianos guardan un cielo para unos y reservan un infierno
para otros; los revolucionarios buscan un paraíso terrestre donde hallen cabida
todos, hasta sus implacables enemigos.
El 1° de mayo carecería de
importancia y se confundiría con las fechas religiosas y patrióticas, si no
significara revolución de todos para emancipar a todos. La revolución de una
clase para surgir ella sola y sobreponerse a las otras, no sería más que una
parodia de las antiguas convulsiones políticas.
Se ha dicho y diariamente se
sigue repitiendo: la emancipación de los obreros tiene que venir de los
obreros mismos. Nosotros agregaremos para ensanchar las miras de la
revolución social, para humanizarla y universalizarla: la emancipación de la
clase obrera debe ser simultánea con la emancipación de las demás clases. No
solo el trabajador sufre la iniquidad de las leyes, las vejaciones del poder y
la tiranía del capital; todos somos, más o menos, escarnecidos y explotados,
todos nos vemos cogidos por el inmenso pulpo del Estado. Excluyendo a la nube
de parásitos que nadan en la opulencia y gozan hoy sin sentir la angustia del
mañana, la muchedumbre lucha desesperadamente para cubrir la desnudez y matar
el hambre.
A todos nos cumple dar
nuestro contingente de luz y de fuerza para que el obrero sacuda el yugo del
capitalista; pero al obrero le cumple, también, ayudar a los demás oprimidos
para que destrocen las cadenas de otros amos y señores.
Los instintos de los hombres
no se transforman súbitamente, merced o convulsiones violentas: con la
guillotina se suprimen las cabezas de algunos malos; con las leyes y los
discursos o con tempestuosos cambios de autoridades, no se improvisan buenos
corazones. Hay que sanearse y educarse así mismo, para quedar libre de dos plagas
igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas
de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía.
Por eso creemos que una revolución
puramente obrera, en beneficio único de los obreros, produciría los mismos
resultados que las sediciones de los pretorianos y los movimientos de los políticos.
Triunfante la clase obrera y en posesión de los medios opresores, al punto se convertiría
en un mandarinato de burgueses tan opresores y egoístas como los señores
feudales y los patrones modernos. Se consumaría una regresión al régimen de
castas, con una sola diferencia: la inversión en el orden de los oprimidos.
Braceros y no braceros, todos
clamamos por una redención, que no pudo venir con el individualismo enseñado
por los economistas ni vendrá con el socialismo multiforme, predicado de modo
diferente por cada uno de sus innumerables apósteles. (Pues conviene
recordar que, así como no hay religión sino muchas religiones, no existe
socialismo sino muchos socialismos.)
Pero, ¿nada se vislumbra fuera
de individualistas y socialistas? Lejos del socialismo depresor que, sea cual
fuere su forma, es una manera de esclavitud o un remedo de la vida monacal;
lejos también del individualismo egoísta que profesa el Dejar hacer, dejar
pasar, y el Cada uno para sí, cada uno en su casa, divisamos una cumbre lejana
donde leemos esta única palabra: Anarquía. (Gonzales de Prada, 1948, pp.
15-17)
(1905)
Referencias
Gonzáles de Prada, M. (1948). Anarquía. PTCM. Lima, Perú.
[Fotografía de Marco
Espinoza]. (Lima. 2016). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Extraído
de la Chispa.com. Lima, Perú.