El siguiente escrito corresponde al maestro
y periodista “Carlos Castillo Ríos”, introducción
al libro: La educación China. Eran las años setenta y el catedrático sanmarquino
viajaría a China para observar de cerca la gigantesca Revolución Cultural
realizada por el maestro Mao Tse Tung, según palabras del doctor en Filosofía “José
Lora Cam” (2015), el cual diría en una entrevista: “Castillo Ríos que ha sido
su libro un bestseller, que se había publicado en varios países de América
Latina, La Educación en China, eso se ha vendido como si fuera el libro del
siglo, se ha hecho cola para comprar, pues es un libro buenazo (…)”. La experiencia
que vivió Castillo en la ciudad china le ayudo bastante para entender lo que
significa algo que en el Perú habíamos perdido, eso que se llama ser una
persona altruista, un ser con valores éticos y morales.
La Educación en China: una pedagogía revolucionaria
Por Carlos Castillo Ríos.
I.
Introducción
Nadie ignora que la educación forma a
los hombres que los círculos dominantes necesitan para su continuidad y
reproducción. La educación del llamado mundo occidental es el instrumento del
sistema capitalista, en la misma medida que la educación china lo es del
sistema socialista. En ambos sectores, la educación no hace otra cosa que
imponer y propagar la ideología del grupo que detenta el poder.
La educación occidental forma a los
empresarios, directivos, propagandistas, técnicos, empleados y obreros que la
sociedad de consumo necesita, de la misma manera que la educación china forma
los soldados, campesinos y obreros que su revolución social requiere. Un
sistema otorga grado y título a las personas que se alinean dentro de la esfera
capitalista y el otro forma a los trabajadores que necesita para quebrar el
atraso y la miseria que muchos años de dominación, le han legado como herencia.
El suceso o fracaso de ambos sistemas
sólo se puede apreciar por sus frutos: la calidad humana de sus pobladores. Si se
tratara de escoger entre uno y otro sistema político-social, para nosotros no
existe ningún dilema ya que creemos que, en China, además de sus grandes
realizaciones de los últimos años, ha empezado a hacer su aparición un nuevo
tipo de hombre, altruista y generoso.
Esto último se explica, porque la organización
político-social de China es única en el mundo. Los patrones de interacción corresponden
a un esquema ideológico que con igual intensidad prevalece en la sociedad, se
difunde en la escuela y se trasmite por todos los medios de comunicación.
Al no existir en China el pluralismo
de tipo occidental, el poblador recibe un conjunto no muy amplio pero coherente
y unificado de mensajes. Estos, no son fórmulas para ser estudiadas o
memorizadas. Son, al contrario, normas, guías, pautas de acción. Son contenidos
que se han convertido en parte muy importante de la vida del poblador chino: de
materia de reflexión cotidiana, han llegado a identificarse con el estilo de
vida chino y con su visión del mundo.
Hay que tener presente que el chino de
hoy vive en un mundo totalmente condicionado por una ética socialista que
exige, de mil maneras, elevarse, vencer a la rutina, llegar en cada uno de sus
actos al nivel de heroísmo. Condicionado, decimos, y es así: todo en el
ambiente familiar, escolar, extra-escolar, recreativo y laboral, es permanente invitación
a su perfeccionamiento personal.
Televisión, cine, radio, periódicos,
revistas, conferencias, reflexiones colectivas, cumplen, por otra parte, una función
educativa permanente. Las salas oscuras de los cines y teatros, los dibujos
animados, las canciones, el ballet, el circo, no hacen sino estimular a que el
hombre participe en el trabajo colectivo, elimine el egoísmo, haga posible en
él mismo la creación de una indoblegable conciencia socialista. Toda China es
una comunidad educativa que induce a la población a vivir según las normas de
una ética revolucionaria capaz de elevar al pueblo hasta los grados más altos
del amor al semejante y la entrega de sí mismo.
Es la política hecha religión. Por eso
el hombre nuevo de China deposita su confianza más que en el desarrollo tecnológico
de los últimos años o en el impresionante alza del nivel de vida, en su caudal
de energía moral, fuerza de voluntad y tenacidad sin límites que es producto y
resultado del grado de conciencia ideológica que ha llegado a alcanzar.
El nuevo hombre de China debe ser
valiente, trabajador, intrépido, económico, audaz, revolucionario y altruista. Pero
también debe aprender a odiar a sus enemigos de clase y ser implacable con
ellos. No debe sentir piedad por el enemigo en caso de guerra, pero no puede,
por formación y principios, convertir la guerra en pillaje y violación.
El nuevo hombre de China debe llevar
una vida sana y simple, como corresponde al soldado de una revolución socialista.
Debe permanecer alerta para eliminar cualquier síntoma de arrogancia y
soberbia. Debe ser profundamente humilde, pero al mismo tiempo orgulloso:
aprende humildad de los campesinos y tiene orgullo de la “pobreza y desnudez de China”.
No debe presumir jamás. La soberbia,
la fatuidad, se contradice con su condición de revolucionario que ama al pueblo
al que pertenece. Si es artista o escritor, debe crear para el pueblo y
estimular su emoción en la lucha social. Si estudió para médico, debe ir a
buscar a los ancianos médicos tradicionales para que le enseñen los secretos de
la antigua medicina china conocida por trasmisión oral y que es herencia de
miles de miles de años de experiencia. Campesino, obrero o soldado, debe
participar en la producción no sólo porque así lo exige la realidad China, sino
porque se preconiza que el trabajo manual purifica, destruye la soberbia y
unifica al pueblo. Y enseña tanto o más que “los
libros muertos”.
La política debe determinar todos sus
actos. La existencia individual no tiene ninguna importancia. El poblador
Chino, sin excepción, debe estar dispuesto a realizar los mayores sacrificios y
saber entregar su vida si es necesario en defensa de su pensamiento político y
por el triunfo de su pueblo en la lucha por la consolidación del socialismo. Su
formación ideológica –política, cultural y militar- debe ser aliento vital en
todas sus actividades, determinando su manera de ser, sus actitudes, su manera
de pensar y sus prácticas diarias.
Lo que el estado aspira del nuevo
hombre que ha surgido en China es que elimine apetencias personales,
contradicciones internas, deseo de acaparamiento de cosas materiales e impulsos
egoístas, para entregarse a la revolución que también es sinónimo de práctica
permanente de amor al trabajo y de desprecio al dinero y los bienes materiales.
De este modo se ha creado en China una nueva escala de valores en la que las categorías
de bello, feo, felicidad, amor y trabajo, son, por decir lo menos, diferentes a
las del mundo occidental.
Este es, al mismo tiempo, otro de los
puntos de incomunicación entre China y el resto del mundo: las palabras, los
conceptos, tienen otro significado. De modo que, para entender al pueblo chino,
hay que hacer un verdadero esfuerzo de imaginación.
Estas líneas, tratan de dar testimonio
de la exuberante realidad china, su misteriosa fuerza y su mística pujante. Han
sido escritas al correr de la pluma para conservar, precisamente, las primeras
impresiones. Es posible que más tarde tengamos tiempo de ofrecer material más
elaborado. Por ahora estas páginas deben cumplir la misión de expresar lo que
se ha visto y tratado en 60 días de permanencia, a un promedio de 12 horas
diarias, sin descanso dominical y con la pasión que despiertan las cosas
extraordinarias. (Castillo, 1973, pp. 7-10)
Referencia.
Castillo, C. (1973). La educación en China: una pedagogía revolucionaria.
Mosca Azul: Lima, Perú.
Filosofía Aplicada Tv. (Productor).
(2015). José Lora Cam, filósofo (Perú).
Disponible https://www.youtube.com/watch?v=IZeNBJF81qM
Imágenes y diseño: Samuel David
Acevedo.